EL SEÑOR DE LOS MILAGROS

14 septiembre 2020

Buga (Colombia). 1580.

Había una indígena que lavaba ropa. Era muy piadosa. Ahorraba para comprarse un Santo Cristo.
Precisamente, cuando tuvo lo suficiente para comprarlo, a la puerta de su cabaña llegó un hombre del lugar agobiado por una deuda.
Si no pagaba, sería llevado a la cárcel.
La mujer, generosamente le dio su dinero.
Al día siguiente, fue como siempre al río a lavar ropa.
De pronto, el río arrastró hacia ella un pequeño crucifijo de madera.
Lo llevó a su cabaña, le hizo un altar, y rezaba ante la imagen, cumpliendo así un gran deseo.
Una noche, la despertaron unos ruidos en el altar. El crucifijo le pareció más grande.
Pero pensó que era impresión suya y siguió durmiendo.
A la semana, la imagen tenía más de un metro de altura.
Corrió la noticia. Todos se llevaban pedacitos de crucifijo. La imagen se fue arruinando.
Un visitador venido de la capital, ordenó quemarla.
La pusieron al fuego. En vez de quemarse, de la imagen emanaba sudor. La gente recogía el sudor en pañitos  y algodones. El sudor duró dos días.
Cuando ya la imagen no sudó más, estaba bellamente restaurada.
La gente empezó a ser devota de la imagen.
Y obtenían tantos favores que nadie dudaba de que fueran sobrenaturales, milagrosos.
Algunos se sanaron de sus enfermedades.
Otros se libraron de graves peligros.
De muchas partes del país venían a rezar ante el crucifijo.
Y los milagros se multiplicaron tanto que empezaron a llamarlo El Señor de los Milagros.
Con el tiempo, y ya muerta la dueña de la imagen,  se construyó una capillita.
Y años después, el templo.
El 1907, se inauguró el templo. 
En 1937, Pío 11 le concedió el rango de Basílica Menor, por medio del cardenal Eugenio Pacelli (futuro Papa Pío 12).
Peregrinos de todo el mundo visitan la basílica.
Los días 14 de cada mes, se celebran multitudinarias Misas.
La festividad oficial anual es el 14 de septiembre.


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