23 septiembre 2020
Italia tiene forma de pierna.
Pietrelcina es un pueblo ubicado en el tobillo de la pierna, 200 km al sur de Roma.
San Giovanni Rotondo (San Juan Redondo) queda en el tendón de Aquiles, 130 km al oriente de Pietrelcina.
Francisco Forgione, su nombre verdadero, nació en Pietrelcina en mayo de 1887.
Desde los 13 años vivió en San Giovanni Rotondo, en el convento franciscano.
Y allí murió a los 81 años, el 23 de septiembre de 1968.
El nombre Pío es el que le asignaron como monje de la comunidad.
Famoso por sus curaciones, bilocaciones, su don de conocimiento, que le permitía saber algunos sucesos futuros (no todos) y también qué pecados ocultaban quienes se confesaban con él.
Al igual que el Santo Cura de Ars, debido a que su actividad como confesor, que podía durar 12 horas al día, le arrebataba muchas almas al diablo, éste lo atacaba en forma violenta.
Desde 1919 tuvo las seis llagas de Cristo (incluida la del hombro, causada por la cruz). Desaparecieron poco antes de su muerte.
Uno de los milagros más llamativos fue el que recibió Gemma di Giorgio.
Nació en la Navidad de 1939, en la isla italiana de Sicilia.
Pero nació ciega: sin pupilas.
[Sicilia está separada 3 km de Italia. Pero de la capital Palermo a San Giovanni hay 800 km).]
Resumiendo el relato de Gemma:
Los médicos en Palermo no le daban a la familia esperanzas de poder hacer algo por la vista de la niña.
Una monja de la familia aconsejó llevar a Gemma a donde el Padre Pío.
La monja le escribió al Padre Pío. Y a vuelta de correo, el Padre Pío contestó:
Querida hija, esté segura de que rezaré por Gemma.
Gemma tenía 7 años cuando su abuela la llevó a San Giovanni.
A mitad de la travesía, Gemma vio el mar y un barco de vapor. Luego no vio más. Pero todos quedaron maravillados y rezaron para que el milagro se produjera.
En San Giovanni, antes de la Misa del Alba, a la que acudían cientos de personas, Gemma oyó la voz del Padre Pío:
-- Gemma, ven acá.
La abuela la llevó hasta donde el Padre Pío.
-- Tú vas a hacer la Primera Comunión, ¿no?
-- Sí, Padre.
El Padre Pío la confesó. Le hizo el signo de la cruz en cada párpado y le dijo:
-- Sé buena y santa.
Terminada la confesión, su abuela le preguntó a Gemma:
-- ¿Le pediste algo?
-- No, abuelita; no me acordé.
Cuando la abuela pasa a confesarse, le dice al Padre Pío:
-- ¡Ay, Padre, hemos venido de tan lejos!
El Padre Pío sólo le dice:
-- Tenga fe. Usted sabe que ella pudo ver.
En la Misa, el Padre Pío le dio a Gemma su Primera Comunión y volvió a hacer el signo de la cruz en cada párpado.
Gemma poco a poco empezó a ver al Padre Pío, a su abuela, la estatua de la Virgen rodeada de flores.
De vuelta en Sicilia, la niña fue examinada por varios médicos que querían encontrar una explicación de por qué Gemma podía ver, a pesar de que sus ojos seguían sin pupilas.
Aún hoy no se encuentra explicación médica.
Con sus ojos sin pupilas, sin brillo, inexpresivos, típicos ojos de ciego, ella ha viajado por el mundo contando su historia.
Los comecuras (o anticlericales) de esa época empezaron a decir a la prensa y en los corrillos que lo de los estigmas y milagros del Padre Pío eran patrañas de los capuchinos para llenarse de dinero.
Luego, otros religiosos decían que todo eso que se contaba del Padre Pío era una estrategia para llevarse a los fieles de otras parroquias y su dinero.
También decían que, en el altar, el Padre Pío ponía una gran foto suya, para ofrecerse incienso a sí mismo, en un inaceptable acto de autoidolatría.
En 1922, llegaron a la Santa Sede las primeras cartas acusatorias. Que los monjes se peleaban el reparto del dinero. Que el convento era un campo de batalla, donde se blandían armas cortantes y de fuego para atacarse unos a otros, dominados por la codicia.
La Santa Sede envió un visitador a investigar. Y no encontró nada malo.
Sin embargo, se decidió trasladar al Padre Pío.
La gente del pueblo se opuso acaloradamente. Se formaron brigadas para custodiar la puerta del convento.
Hubo excesos como el de un joven que amenazó matar al Padre Pío si intentaban sacarlo del convento: "Prefiero verlo muerto que en otro lugar fuera de San Giovanni".
En 1931, la Santa Sede envió órdenes:
El Padre Pío no puede celebrar Misa en público. Sólo en privado.
No dejará ver sus heridas. No saldrá por la ventana para bendecir a los fieles.
Queda prohibida la comunicación con su director espiritual.
Es necesario su traslado al otro extremo de Italia.
La gente se sublevó. Y envió un memorial amenazante y lleno de firmas.
Mientras, en el periódico de la Santa Sede se publicó:
No consta que las heridas del Padre Pío tengan origen sobrenatural.
El Padre Pío se mostró siempre listo a obedecer a sus superiores.
Gracias a la intervención de un general de la Policía, quien, además de expresarse bien del Padre Pío, explicó que sacarlo de San Giovanni podría ocasionar impredecibles desórdenes civiles.
La orden de traslado del Padre Pío quedó suspendida.
Pero las calumnias aumentaron.
Que el Padre Pío se había hecho las marcas en las manos. Que usaba químicos para que los estigmas fueran más notorios. Que el olor a perfume se debía a que el Padre Pío se rociaba el hábito con esencias.
Las sanciones del Santo Oficio arreciaron. Le prohibieron comunicarse con la gente: recibir o enviar cartas. Prohibieron leer una publicación biográfica que circulaba profusamente. Le confirmaron la orden de celebrar Misa en privado y le prohibieron confesar. Toda visita al Padre Pío quedaba prohibida.
Por aquellos días, un franciscano llegó al convento. La gente creyó equivocadamente que venía a llevarse al Padre Pío. Y se arremolinó al pie del convento pidiendo que le entregaran al franciscano para expulsarlo del pueblo.
Como no se cumplía la exigencia, arremetieron contra los vidrios del convento. Gracias a la intervención de la Policía, no acabaron con el convento.
El Padre Pío soportaba todo sin quejarse, sin defenderse. "Que se haga la voluntad de Dios", decía.
Al superior le recordó que él había predicho de sí mismo que llegaría un día en que sería tratado injustamente. "Sabía que iba a ser doloroso, pero no tanto. Todo esto lo ofrezco por la salvación de las almas". Y se echó a llorar
Durante los dos años que duró esta situación, el Padre Pío, después de celebrar la Misa privada antes de despuntar el día, se dedicaba a la oración y a la lectura de la Biblia, de clásicos como La Divina Comedia, biografías de santos, historia de los Papas, historia universal.
En 1933, el Papa Pío 11 envió un visitador, quien llevó la noticia de la santidad del Padre Pío. Y el Papa levantó las sanciones del Santo Oficio.
El Padre Pío reanudó su rutina de antes.
Cuando el arzobispo de la diócesis a la que pertenecía Pietrelcina fue a Roma a un sínodo, el Papa Pío 11 lo llamó aparte y le preguntó:
-- ¿Y cómo está el Padre Pío? ¿A qué se dedica?
-- A quitar los pecados del mundo-- fue la respuesta
Si bien es cierto que el Padre Pío milagrosamente sanó enfermos, también lo es que su salud era un desastre. Las enfermedades se cebaban en él. No acababa de curarse de una, cuando le sobrevenía otra.
En el confesionario se enteraba de las penosas dolencias de muchos penitentes, que por lo general no tenían cómo ni dónde obtener mejoría.
Al principio, con las limosnas que le llevaban los fieles, construyó en San Giovanni un pequeño hospital llamado San Francisco. Funcionó durante 13 años. Pero un terremoto, en 1935, lo destruyó.
Un día oyó decir a uno de los frailes que había que construir un hospital de 100 camas.
Y el Padre Pío se fijó esa meta: "Lo construiremos".
La idea era utópica. El costo de construirlo. El costo de dotarlo. El costo de sostenerlo, siendo como era un hospital pensado sobre todo para gente que no podía pagar el valor de su tratamiento. Y además sobrevino la 2a. Guerra Mundial.
Pensaba el Padre Pío: "Dios tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que pedimos o pensamos" (Efesios 3,20)
Uno de sus mayores proyectos fue el de construir La Casa Alivio al Sufrimiento.
Una de las más grandes clínicas del mundo.
Cuenta con mil camas y las dotaciones médicas más modernas.
Tiene 190 metros de fachada, 40 de fondo y 40 de altura. Su amplia azotea es un helipuerto, que permite trasladar a los enfermos en helicóptero.
Su aporte personal: una moneda de oro que le había dejado una de sus penitentes en el confesionario.
En adelante, todo fue una sucesión de donaciones.
La primera, de 3 millones de dólares, fue de Manuel Brunnato, uno de los convertidos por el Padre Pío.
Hubo otra de 400 millones de dólares, de otro convertido.
Bárbara Ward, redactora de The Economist, era católica. Tenía un novio protestante. Le pidió consejo al Padre Pío para lograr que su novio fuera católico.
-- Si Dios lo quiere, el hombre podría convertirse ahora mismo --contestó el Padre Pío.
Cuando ella llegó de San Giovanni a Londres, su novio se había convertido... a la hora que dijo el Padre Pío.
Era un empleado importante de una firma importante. Y en agradecimiento por su conversión, movió influencias y consiguió los 400 millones para la obra del Padre Pío.
Fueron enviadas por medio del gobierno italiano, que tomó 150 millones para aliviar la penuria de sus arcas (según dijo) y entregó a la obra del Padre Pío los 250 millones restantes.
Se instituyó la Fundación Gambino para recoger y administrar las donaciones que llegaban de todas partes del mundo.
Su nombre se debe a Mario Gambino, un obrero de Nueva York, que enterado de la obra, se propuso donar 10 dólares mensuales, y cumplió.
La filosofía que impuso el Padre Pío a la clínica fue: el que tiene, paga la atención; el que no tiene, no paga.
El Papa Pío 12, en gesto de deferencia, le concedió al Padre Pío, a quien tenía en alta estima, plenos poderes para disponer de los bienes de la clínica sin necesitar permiso de sus superiores.
La Clínica del Alivio al Sufrimiento se inauguró en 1956.
Al día siguiente, se celebró el Congreso Internacional de Cardiología.
Un cardiólogo inglés de apellido Evans, comentó en inglés:
"Es una clínica muy hermosa. Lo que lamento es que en el mundo no hay sino un solo Padre Pío. Lástima que no haya sino solamente uno".
Todos rieron de buena gana. Menos el Padre Pío. Cuando alguien le preguntó si se había ofendido, contestó:
"No hablo inglés. No sé qué dijo ni de qué se ríen".
Cuando le tradujeron, soltó una sonora carcajada, y cubriéndose el rostro con las manos exclamó:
"Que el Señor nos perdone tantas exageraciones".
Su devoción a la Virgen lo impulsó a fundar La Armada Blanca. Un grupo de oración dirigido a los niños, para que aprendan a frecuentar el rezo del Santo Rosario y a querer a Nuestra Señora.
Lo llamó así porque, como les dijo el Padre Pío a los niños:
"El arma más poderosa para vencer a los demonios es el Santo Rosario".
Y se reparten entre los niños rosarios blancos.
Su fidelidad al Papa era excepcional.
El célebre físico Enrique Medi, hoy Siervo de Dios (inicio del proceso para su canonización), que se confesaba con el Padre Pío, cuenta:
"En 1958, en los últimos días del pontificado de Pío 12, visitaba yo al Padre Pío, y me dijo: Enrique, dígale al Papa que con todo gusto ofrezco mi vida con tal de que Dios le conserve la de él. Le llevé la razón al Santo Padre, quien me dijo: Ya no es necesario. Agradezco de todo corazón el ofrecimiento del Padre Pío. Pero me siento tan cansado. No. Quiero irme ya. Quiero volar ya. Allá arriba, arriba."
A los siete días volaba el gran Pontífice al Cielo, a recibir el premio por su vida laboriosa en favor de la Iglesia y de las almas.
El Padre Pío. Por el Padre Eliécer Salesman.
https://www.forosdelavirgen.org/articulos/milagros-curacion-padre-pio