12 junio 2022
Festividad de extraordinaria importancia.
Celebramos la Esencia natural de Dios.
Es una Esencia de tal magnitud que, simples mortales, nos resulta imposible entenderla.
Por eso se conoce como el
Misterio de la Santísima Trinidad.
El Catecismo del Padre Astete (siglo 16), de una manera fácil, así nos lo enuncia:
¿Quién es Dios nuestro Señor?
Es un Señor infinitamente bueno, sabio, justo, poderoso, principio y fin de todas las cosas.
¿Quién es la Santísima Trinidad?
Es el mismo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas distintas y un solo Dios verdadero.
¿El Padre es Dios?
Sí.
¿El Hijo es Dios?
Sí.
¿El Espíritu Santo es Dios?
Sí.
¿Son tres Dioses?
No. Es un solo Dios verdadero, un solo Omnipotente, un solo Eterno y un solo Señor.
¿El Padre es el Hijo?
No.
¿El Espíritu Santo es el Padre, o es el Hijo?
No.
¿Por qué?
Porque las Personas son distintas, aunque es un solo Dios verdadero.
Según eso, ¿cuántas naturalezas, cúantos entendimientos y cuántas voluntades hay en Dios?
Una sola naturaleza, un solo entendimiento y una sola voluntad.
Hasta aquí el Padre Astete.
Rezamos en el Credo:
Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios;
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios [nacido] de Dios;
Luz [nacido] de Luz;
Dios verdadero [nacido] de Dios verdadero;
engendrado, no creado;
de la misma naturaleza del Padre.
¿Nacido? ¿Engendrado?
¿Entonces Jesús, en su calidad de Dios, tuvo principio?
¿Entonces el Padre existía antes del Hijo?
No.
Jesús, en su calidad de Dios, no tuvo principio.
El Padre siempre ha sido el Padre.
Ni por un instante ha existido sin el Hijo.
El Hijo tiene la misma "duración" del Padre.
¿Cómo lo sabemos?
Lo dice la Biblia.
Jesús existía desde la eternidad, como Dios que es.
El propio Jesús se reveló como Hijo del Padre.
En el principio existía la Palabra. Y la Palabra estaba con Dios. Y la Palabra era Dios. La Palabra estaba en el principio con Dios.
(Juan 1,1-2)
El Padre y Yo somos uno.
(Juan 10,30)
Volviendo al Credo:
Creo en el Espíritu Santo; Señor y dador de vida; que procede del Padre y del Hijo.
El Espíritu Santo no nació.
No fue engendrado.
Procede.
¿Procede?
¿Para proceder del Padre y del Hijo no es necesario que antes del Espíritu Santo existieran el Padre y el Hijo?
¿Y si el Espíritu Santo existió después, el Espíritu Santo tuvo principio?
No. El Padre y el Hijo siempre han existido y eso implica forzosamente que el Espíritu Santo tiene la misma "duración" del Padre y del Hijo, puesto que procede de Ellos desde el mismo instante en que existen quienes siempre han existido, y porque el Espíritu Santo es Dios, como lo afirma la Biblia:
•
Ananías —dijo Pedro—, ¿por qué dejaste que satanás te dominara y te hiciera mentir al Espíritu Santo? ... No has mentido a los hombres, sino a Dios.
(Hechos 5,3)
•
Adonai (mi Señor) es el nombre que usaban los judíos para referirse a Dios en el Antiguo Testamento, pues les estaba prohibido, por respeto, pronunciar el nombre Yavé, con que se identificó Dios a pedido de Moisés.
Isaías 6,9 dice:
Y mi Señor (Adonai) me dijo: «Anda y dile a este pueblo: "Por más que escuchéis, no entenderéis; por más que miréis, no comprenderéis"».
San Pablo cita este pasaje así:
Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres diciendo: "Por más que escuchéis, no entenderéis; por más que miréis, no comprenderéis".
(Hechos 28,26)
Pablo identifica al Señor [Dios] con el Espíritu Santo.
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Lucas también identifica a Dios con el Espíritu Santo:
Esto dice el Espíritu Santo en la Escritura:
En el desierto me pusieron a prueba, aunque habían visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me enojé con aquella generación. Y dije: «Andan extraviados en su corazón, no han querido conocer mis caminos. Por eso juré enojado que no entrarían en mi reposo».
(Hebreos 3,9)
Se refiere Lucas al salmo donde Dios habla:
En el desierto donde me pusieron a prueba vuestros padres, me probaron y vieron mis obras. Cuarenta años estuve enojado con aquella nación. Y dije: «Andan extraviados en su corazón, no han querido conocer mis caminos. Por eso juré enojado que no entrarían en mi reposo».
(Salmo 95,9)
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Sólo el Espíritu de Dios conoce lo íntimo de Dios.
(1 Corintios 2,11)
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En general, se entiende por blasfemia toda expresión injuriosa contra Dios.
En tal sentido, dijo Jesús:
Quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón nunca, por el contrario, será reo de pecado eterno
(Marcos 3,29). (Mateo 12,32).