jueves, 9 de julio de 2020

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ


9 julio 2020


En tiempos de la colonia, 
un funcionario de la corona española 
(Antonio de Santana) 
asignado a la Nueva Granada (Colombia) 
y devoto de la Virgen, hizo construir 
en el pueblito de Sutamarchán (Suta) 
una capilla a la Virgen del Rosario.

Mandó pintar, 
(al español Alonso de Narváez, hacia 1560)
un cuadro de la Virgen para la capilla.

En una tela de 1,15 mts. x 1,30 mts., 
fue pintada la Virgen del Rosario.
Acompañada de San Antonio de Padua 
y del apóstol San Andrés.


El frágil techo de la rústica capilla se fue dañando, 
y dejaba expuesto el cuadro al sol y a la lluvia.

El cuadro se echó a perder. 
Las imágenes casi se borraron. 
La tela se llenó de agujeros.

Como objeto inservible, 
el cuadro fue enviado de Suta a Chiquinquirá 
junto con otros enseres viejos.

Y fue abandonado en un cuarto de desechos 
de la capilla del lugar.

Vivía en el pueblo María Ramos, un ama de llaves española muy piadosa.

Por casualidad encontró el cuadro. 
Estaba muy sucio y maltratado. 
Lo usaban para poner a secar el trigo.

Lo recogió, lo limpió y lo puso 
en un improvisado altar que ella armó.

En sus rezos frente al cuadro, 
María se lamentaba de lo estropeado que estaba.

En la mañana del 26 de diciembre de 1586, 
María salía de rezar.

En ese mismo momento, 
pasaban frente a la capilla 
Isabel y su pequeño hijo Miguel, 
originarios de allí.

El niño, sobresaltado, llamó a gritos la atención 
de las dos mujeres.

El cuadro no estaba en el sencillo altar. 
Estaba en el suelo.

Parecía que estuviera ardiendo. 
Despedía una luz que inundaba la capilla.

Poco después, pasado el efecto luminoso, 
el cuadro estaba restaurado.
Las imágenes eran nítidas.
Aunque no tan brillantes, 
los colores se insinuaban claramente.
Ya no había agujeros; 
en su lugar quedaron marcas de color marrón, 
como lunares.

A los gritos de "¡Fuego!" y de "¡Milagro!"
se agolpaban los curiosos.

La noticia se extendió.

Se recogieron incontables testimonios 
de gente que conocía detalles del itinerario 
y de las condiciones del cuadro.

En 1587, mediante documento notarial, 
se ratificó la autenticidad del milagro.

Se construyó un templo sencillo 
en el cual albergar la imagen.

Años después, 
debido a las frecuentes y nutridas romerías 
de personas que iban a pedir o a agradecer milagros, se levantó la Capilla de la Renovación.

Con el tiempo, resultó insuficiente. 
Se erigió entonces la basílica actual.

Entre los innumerables milagros 
que se le agradecen a Nuestra Señora,
destaca uno de interés público.

El 9 de mayo de 1941, partió la Virgen para Bogotá.

La peste que abatía a Bogotá y los pueblos cercanos cesó al paso de la Virgen milagrosa.

Siete días después, 
el cuadro hacía su entrada triunfal a Bogotá.

Los Papas han demostrado su fe y su veneración 
por la advocación de Nuestra Señora 
del Rosario de Chiquinquirá.

Pío 8º aprobó el Oficio Divino a Nuestra Señora.

Pío 10º expidió un decreto de coronación de la Virgen como Reina de Colombia.

El 9 de julio de 1919, 
se efectuó la ceremonia de coronación.
Y se instituyó esa fecha para celebrar 
a la Virgen chiquinquireña.

Pío 11 elevó el templo a la categoría de Basílica Menor.

San Juan 23 envió un cirio 
para que fuera encendido al pie del cuadro, implorando el éxito del Concilio Vaticano 2°.

San Juan Pablo 2º visitó el santuario 
y renovó la consagración de Colombia 
a la Virgen de Chiquinquirá.


El Evangelio de hoy:

Estando Jesús predicando, una mujer entre la gente le dijo alzando la voz:

«¡Dichosa madre la tuya, por haberte llevado en su vientre y por haberte criado!»

Jesús contestó:

«Más dichosa todavía la persona que se subordina a la palabra de Dios y la cumple.»

Hay quienes creen que, con esta respuesta, 
Jesús menospreció a su Santísima Madre.

En primer lugar, no podía. 
Jesús es perfecto, y cumple de modo perfecto 
el mandamiento de honrar a padre y madre.

En segundo lugar, Jesús no solamente no estaba menospreciando a su Virgen Madre, 
sino, por el contrario, estaba enalteciéndola, dándole realce.

¡Cómo menospreciar las palabras con que Ella lo recibió!:

«He aquí la esclava del Señor. Cúmplase en mí su palabra.»

¡Cómo menospreciar que la Virgen se subordinó humilde a la palabra de Dios y la cumplió!

A esa subordinación, a ese  cumplimiento y a su Santísima Madre se refería Jesús cuando perfeccionó lo dicho por la mujer que, entusiasmada por las enseñanzas de Jesús, elogió a aquella mujer que tuvo el privilegio de llevarlo en su vientre y de alimentarlo de su pecho.   



Lucas 11,27
Lucas 1,38