Relato del Papa en su catequesis sobre la oración, 12 mayo 2021.
Recuerdo algo que viví de cerca.
Una pareja tenía una hija de nueve años. La niña tenía una enfermedad que los médicos no sabían lo que era.
El médico les dijo a los padres de la niña:
La niña no pasará de esta noche. Tiene una infección y no podemos hacer nada.
El padre quizás no iba todos los domingos a Misa, pero tenía una fe grande.
Llorando, dejó a su esposa con la niña en el hospital, y se fue en tren a la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina. Un viaje de setenta kilómetros.
Llegó a la basílica casi a las diez de la noche. Estaba cerrada.
Se aferró a la reja de la basílica y toda la noche estuvo rezando a la Virgen por la salud de su hija. No es fantasía, ¡yo lo vi!
A las seis de la mañana, después de pasar toda la noche en oración, se abrió la iglesia y él entró a saludar a la Virgen.
Luego volvió a casa.
Al no encontrar a su mujer, pensó lo peor: «¡No, la Virgen no puede hacerme esto!».
Más tarde, cuando se encontró con ella, la mujer estaba sonriente:
No sé qué ha pasado. Los médicos dicen que el estado de la niña ha cambiado de repente y que ella está curada.
Ese hombre dando la lucha con su oración obtuvo la gracia de la Virgen. La Virgen lo escuchó.
Yo lo he visto: la oración hace milagros, porque va exactamente al centro de la ternura de Dios, que nos ama como un padre.
https://www.vatican.va/content/francesco/it/audiences/2021/documents/papa-francesco_20210512_udienza-generale.html
