18 abril 2019
EL TIERNO JESÚS
¡Qué expresión tan afectuosa tiene Jesús
al despedirse de sus discípulos
en la Última Cena! :
"Hijitos".
Tengamos presente siempre
la inmensa sensibilidad del corazón de Jesús.
(Juan 13,33)
EL NEFANDO JUDAS
Hay quienes tratan de justificar a Judas Iscariote.
Dicen que, al traicionar a Jesús,
colaboró con el plan de salvación de Dios.
¡Qué colmo! ¡Prácticamente un corredentor!
Esto es creer que
estamos predestinados a salvarnos
y predestinados a condenarnos.
Esto es negar la libertad del hombre
para obrar bien o mal.
Esto es atribuirle a Dios
la responsabilidad de nuestros actos.
Dios sí crea al hombre predestinado a ir al Cielo.
Dios no predestina a nadie a ir al infierno.
(Entendamos así esta palabra "Predestinar":
procurar, desear, ansiar
que el destino sea de una manera determinada.
No lo entendamos como imponer forzosamente.
Porque este último significado es aplicable
a la palabra Destinar.)
Tener aversión voluntaria a Dios,
tener aversión voluntaria a sus reglas para salvarnos,
y persistir en esa aversión,
es lo que nos condena.
La condenación depende de nosotros.
Alfred Nobel inventó la dinamita.
Para fines industriales, de minería y de construcción.
Ésa era la predestinación en la que pensó Nobel.
Pero a otros se les ocurrió
envilecer ese apetecido anhelo
y aplicar la dinamita
para hacer guerras,
para destruir.
Judas era ambicioso.
Y para satisfacer su ambición
no dudó en traicionar.
Judas actuó con plena libertad;
con plena intención de obrar mal.
Que no quepa duda:
Judas es culpable. Judas es responsable de traición.
(Catecismo 1037)
Y si Judas no hubiera hecho lo que hizo,
¿Jesús no hubiera cumplido su misión redentora?
Por supuesto que sí.
Otros hubieran sido los procedimientos
de los enemigos de Jesús
para aprehenderlo y hacerlo condenar a la cruz.
¿O sea, Jesús vino al mundo a suicidarse?
San Maximiliano Kolbe.
Era prisionero en Auschwitz,
el conocido campo nazi de concentración.
Uno de los prisioneros escapó.
Una de las arbitrarias reglas en esta prisión era
que si un prisionero se fugaba,
diez prisioneros tenían que morir.
Pues bien, el alemán encargado
escogió a diez presos
para encerrarlos en una celda subterránea
hasta que murieran de hambre.
Uno de los escogidos se quejó amargamente:
Dios mío, con esto acaba la esperanza
de volver a ver a mi esposa y a mis hijos.
El Padre Maximiliano
quedó impresionado por este lamento.
Y se canjeó por el preso escogido.
Sabía perfectamente que le esperaba la muerte.
Y en efecto murió junto con sus otros nueve compañeros.
¿Puede alguien considerar razonablemente
que la intención de este santo era el suicidio?
¿O que se entregó generosamente a la muerte
para salvar a un compañero de prisión?
Algo así, pero en medida infinitamente mayor,
fue lo que ocurrió con Jesús.